El mercado, naturalmente. Los consumidores, al decidir si compran o no un producto; los inversionistas, al elegir en qué compañía invierten su dinero; y los competidores, al elevar el desempeño para aumentar su participación en el mercado y sus ganancias. Los parámetros de la participación en el mercado, la rentabilidad y los índices bursátiles señalan claramente quién tiene éxito y quién fracasa.

¿Qué ocurre con estos parámetros cuando son considerados desde el punto de vista de personas que –no como consumidores, sino como partes interesadas preocupadas– salen a la calle consternados ante la creciente desigualdad o el deterioro ambiental, cuando las compañías son “demasiado grandes para quebrar” y dejan de estar sometidas a las fuerzas normales del mercado, o cuando los trágicos acontecimientos de Túnez –como reacción ante la evidencia de que el mercado no funciona igual para los pobres– aumentan la inestabilidad en toda una región?

Por otra parte, el sector privado se considera actualmente un asociado clave en el desarrollo. Se espera que contribuya a un desarrollo económico más amplio y sea reconocido por ello. La antigua idea de que el desarrollo era tarea de la comunidad de donantes se abandonó en Busan en 2011.

El Grupo del Banco Mundial, en su estrategia de 2013, cuenta con el sector privado como un socio fundamental para movilizar financiamiento que permita atender las necesidades de inversión en infraestructura (cuyos montos se estiman en billones), proporcionar mejores servicios de manera eficaz en función de los costos a través de las asociaciones público-privadas y convertirse en motor del crecimiento a través de la creación de empleo. Se compromete a brindar a los clientes los beneficios de un conjunto integrado de servicios ofrecido por sus instituciones integrantes, que se dedican al sector público y al sector privado.

El Grupo de Evaluación Independiente (IEG) es el organismo con mayor experiencia en la evaluación de las operaciones del sector privado entre los bancos multilaterales de desarrollo. Y, desde hace un par de años, también nos ocupamos de las inversiones del sector público, ya que nuestras evaluaciones sectoriales abarcan la labor de todas las instituciones del Grupo del Banco Mundial. A pesar de estas ventajas, no descansaremos y encararemos el desafío de continuar mejorando nuestros métodos:

  • La movilización de recursos congrega a distintas partes para la misma inversión. ¿Cómo evaluaremos quién movilizó a quién, quién encabezó la iniciativa y quién la llevó a la práctica? Y, en última instancia, ¿eso importa, o debemos concentrarnos en la contribución de cada parte y en la eficacia con que cada una cumplió su papel?
     
  • El Grupo del Banco invierte en infraestructura a través de canales públicos y privados desde hace años. ¿Pueden unos aprender de los otros? Por ejemplo, ¿qué nos dice la rentabilidad de las obras de infraestructura cuya propiedad u operación está en manos privadas acerca de los costos de operación y mantenimiento de las inversiones públicas? ¿O es posible compartir los valores de medición para que sean similares y se pueda promover el aprendizaje recíproco?
     
  • La creación de empleo –directa o indirecta– es difícil de medir y no está garantizada. Las inversiones en modernización tecnológica pueden provocar la pérdida de empleos o el aumento de los trabajos administrativos  a expensas de los trabajos manuales. La opinión generalizada de que el sector de la pequeña y mediana empresa proporcionará los empleos tan necesarios para satisfacer las necesidades de los millones de personas que ingresan en el mercado laboral se cuestiona en una de nuestras evaluaciones.
     
  • La mejora de la prestación de servicios y de su eficacia en función de los costos mediante asociaciones público-privadas es objeto de otra evaluación, en la que aplicamos la experiencia recogida durante años en el Grupo del Banco Mundial para generar enseñanzas que sean de utilidad para la ejecución de la nueva estrategia del Grupo.

Al igual que los demás asociados en la tarea del desarrollo, el sector privado tendrá que reformular los parámetros que usa para medir los éxitos y los fracasos. Nosotros en el IEG, a través de nuestra labor, contribuiremos a este diálogo.